«El uso de las toallas de tela fue uno de mis primeros pasos hacia el cuidado consciente de mi cuerpo y de la tierra. Era una época en la que la ecología se convertía en uno de mis valores.
El ritual de cada mes cambió, dejó de ser el tiempo del dolor y el uso de cosas para evitar que la ropa se me manchara, para convertirse en un ritual de autocuidado, responsabilidad, conexión con mi cuerpo y mis asuntos por resolver. Me descubrí atenta a sembrar propósitos para cada nuevo ciclo y celebrar con gratitud lo que se cumplía, lo que se sanaba y lo que se aprendía.
Por cada ciclo en que sembré mi sangre, mi corazón alimentó la semillas del amor propio. Mi luna fue el abono, el rezo y la escuela.
El ciclo lunar se descubrió sagrado y lo celebro donde quiera que esté gracias a una talega llena telitas de colores que no se botan con cada uso ni envenenan el suelo y el agua que me sustentan. Son telitas que guardan historias y retienen con delicadeza mi sangre, me hacen sentir contenida y me permiten llevar un proceso contemplativo y atento de lo que pasa en cada día de mi ciclo de limpieza: el contacto con ellas para remover la sangre y sembrarla, lavarlas, elegir la que usaré (la naranja, la violeta, la de flores), la talega que las guarda, el lugar especial de mi armario donde permanecen.
Ya son 8 años de usarlas y están en perfecto estado. También tengo copa pero tengo preferencia por mis toallas MadreSelva, me siento más cómoda.». Andrea Aguirre