Entrevista a Casilda Rodrigañez
Pititako Informatzen (PI): Si hablamos de que a las mujeres se les/se nos ha negado la sexualidad,
¿Qué es lo que queremos decir con esto y que interés hay detrás de esta negación?
Casilda Rodrigañez (CR): Podemos explicarlo remontándonos a los inicios de esta sociedad. Varias antropólogos/as han explicado cómo se aprovechó la experiencia obtenida con la práctica de la ganadería para aplicarla a la sociedad humana; habían aprendido lo que hay que hacer con un toro para obtener un buey y poder utilizar su fuerza sumisa: castrarlo, disminuir su vitalidad para poder controlarla O para obtener un bonsái, que en vez de ser un árbol grande se convierte en un objeto de decoración: cortarle las raíces,
En la especie humana para establecer una sociedad de esclavos/as y de acumulación de Poder, había que cambiar el ser humano, cortarle las raíces; lo que quiere decir, bloquear su sexualidad para disminuir su vitalidad, introducir un estado de carencia y de necesidad. Esto se consigue eliminando la sexualidad materno-primal, una verdadera castración que se inflige a todas las criaturas humanas. Entonces, eliminada la sexualidad básica y establecido el estado de carencia, se organiza un chantaje emocional y sistemático para irnos llevando a donde se nos quiere llevar (se aprende a obedecer para ser aceptados/as y sobrevivir); este chantaje subyace en todo el proceso de socialización -que en realidad es una domesticación. Vivir en función de los deseos hace un ser humano libre, lleno de fuerza, iniciativa, etc.; pero el vivir en la carencia y en la necesidad, bloqueado el desarrollo anímico y sexual, nos lleva al estado de sumisión. Por eso es tan importante la madre: ahí es donde se cortan las raíces de la vida humana. San Agustín dijo: «dadme otras madres y os daré otro mundo». En lugar de una maternidad que organiza la expansión del erotismo y del placer y del complacer a las criaturas, con una madre cuya pasión es el bienestar de su prole (que es para lo que sexual y fisiológicamente estamos preparadas), se construye una maternidad patriarcal de madres que ‘aman’ con el corazón en el mejor de los casos, pero no con la tripas, madres frías, distantes, capaces de dejar a lxs niñxs llorando; madres insensibles a los deseos e indiferentes al sufrimiento de las criaturas. Por eso se destruye la sexualidad de la mujer, para cambiar la maternidad. Se somete a la mujer para organizar una procreación en la asepsia libidinal, con cuerpos de mujer privados de sus deseos y de su sexualidad.
Wilhem Reich explicó hace ya muchos años que el desarrollo humano privado de su sexualidad produce un acorazamiento muscular, que es correlativo al acorazamiento psíquico; son las corazas psicosomáticas que nos insensibilizan para hacernos capaces tanto de vivir en la resignación, como de ejercer la crueldad.
Al desaparecer la sexualidad de la mujer de la organización social, las niñas crecen con su sistema erógeno atrofiado, con el útero contraído; entonces el aparato reproductor funciona de una manera robotizada; el útero rígido en lugar de abrirse con suaves latidos, placenteramente, lo hace con espasmos y calambres, y produce dolor a la mujer en la menstruación y en el parto. Todo esta ecuación represión del deseo materno = estado de sumisión, es decir, el cómo se organiza la domesticación del ser humano, es lo que tratamos de explicar en el libro La represión del deseo materno.
Hay una relación directa entre la privación de la sexualidad de la mujer y la puesta a punto de un tejido social para las relaciones de Poder, para organizar la sociedad patriarcal.
PI: ¿Cuáles son las evidencias del alejamiento al desarrollo de nuestro cuerpo y cual es el papel del falocentrismo en todo esto?
CR: Las evidencias son muchas. En primer lugar, la sexualidad en la vida humana es un proceso, con dos puntos máximos, uno es a los dos años, otro pico es en la adolescencia; y todo se pone en marcha con la gran eclosión del período simbiótico inicial (en el postparto/post-nacimiento); todo esto se borra del mapa
Cuando la criatura nace, se la priva del cuerpo a cuerpo con la madre. Ése es el momento en el que tenemos la mayor carga de energía erótica de nuestra vida. Lo previsto según la evolución, es que la supervivencia se garantiza con un estado de simbiosis madre-criatura (en el que la criatura tiene el calor, el alimento, la protección etc, necesarias para seguir su desarrollo hasta hacerse autónoma); por eso hay una líbido y un deseo mutuo en ese momento, una atracción mutua para producir y mantener el estado simbiótico (a nivel fisiológico se traduce en un determinado equilibrio hormonal); este fenómeno se llama ‘impronta’ y es común a todos los mamíferos (por eso por ejemplo, las leonas se quedan en el cubil con sus cachorros/as después de parir, y no las abandonarán ni siquiera al precio de su propia vida)
Hay que tener en cuenta que la reproducción de la vida humana ha estado funcionando durante millones de años antes de la existencia del Patriarcado (las primeras sociedades patriarcales tienen 5000 años de vida), y antes de la medicalización del proceso reproductivo, porque naturalmente la reproducción está autorregulada por el mecanismo de la sexualidad. El cuerpo a cuerpo con la madre es un estado fisiológico y psíquico. Hay un instinto y un deseo que si se respetase produciría un enamoramiento específico, una luna de miel especial y básica para nuestra existencia. Pero este proceso, en lugar de fluir y expandirse, se corta de raíz al separar a la criatura de la madre nada más nacer; en ese momento tan importante del que depende el desarrollo del ser humano.
Una de las pruebas de esta devastación, es que durante toda la infancia no tenemos vida sexual, a diferencia de lo que sucedía (o todavía sucede) en otras culturas. En los países árabes por ejemplo, todavía quedan vestigios de esta sexualidad básica: las mujeres se bañan juntas en los hammanes con sus hijos/as lactantes (hasta cinco, seis años); comparten el aseo cotidiano que se convierte en un lugar de encuentro y de relación (no van al hamman sólo a lavarse, puesto que pasan horas allí); la sensualidad y el erotismo son visibles y es un vestigio de esta sexualidad desaparecida inimaginable en el mundo occidental. También quedan los cantos y los bailes en corros, etc. Lo que vemos en la calle -todas las mujeres tapadas, serias, etc.-, en los hamanes cambia (y también en los terrados de las casas por donde van y vienen y se juntan). Es un modelo de sociedad patriarcal en el que hay más represión exterior contra la mujer porque hay menos autorrepresión, menos represión interiorizada; y como no pueden permitir que esos vestigios de sexualidad prohibida trasciendan a lo público, la mantienen cercada y encerrada en sus guettos.
Aquí como ya tenemos interiorizada la represión, tenemos más «libertad», menos dosis de represión exterior, porque ya no hay peligro de que la sexualidad prohibida trascienda y se desarrolle; nosotras mismas educamos a nuestras hijas en un falocentrismo adulto, excluyente de todo otro atisbo de sexualidad. Según nuestra cultura, toda la sexualidad es adulta, coital y gira en torno al falo. Así crecemos en la idea de que la sexualidad es lo que nos lleva a acostarnos con un hombre cuando seamos mayores. El resto, desaparece y es inimaginable. Sin embargo, hay testimonios de que en la antigüedad había bailes y danzas sexuales practicadas por mujeres (las danzas del vientre actuales son un residuo de las mismas) que prueba la existencia generalizada de prácticas sexuales no falocéntricas.
La sexualidad de la mujer a diferencia de la del hombre es cambiante; no es uniforme. No es el mismo estado sexual el que tiene la mujer cuando ovula, que cuando menstrúa, o cuando está criando. Por eso la luna era el símbolo de la feminidad, porque la luna al igual que la mujer tiene un ciclo de 28 días (y también como en la mujer, este ciclo se inscribe en otros más amplios). Ahora hemos perdido la percepción del estado cambiante de nuestro cuerpo. El tipo de represión que sufrimos se traduce en una ALIENACIÓN sexual: como si la mujer siempre tuviese que estar dispuesta a irse a la cama con un hombre.
Otra prueba aplastante de la devastación de la sexualidad de la mujer y de la sexualidad básica humana son los chupetes de plástico; el chupete de plástico es una sustitución de la piel y de la carne real, del pezón de la madre; es una prueba del vacío y del desierto emocional, pues no sólo se trata de que la criatura chupe un pezón de plástico, artificial, sino del cuerpo que falta detrás del chupete. Y sin embargo, la existencia del chupete de plástico no nos sorprende, lo vemos como algo normal; no vemos la robotización, la asepsia del deseo, la deshumanización de lo humano.
Otra prueba es la cuestión de que para ser queridas tenemos que adaptarnos a unos estereotipos fijados (innecesarios en una sexualidad natural y espontánea) y que hay que gustar a los hombres según las normas establecidas (falocracia). Con esto nos bombardean los medios audiovisuales, con imágenes de mujeres delgadísimas a las cuales nos tenemos que parecer para ser queridas. Sin embargo, no se dice que el 20% del peso de una mujer tiene que ser tejido adiposo para poder producir estrógenos (una de las hormonas femeninas), y que por eso a muchas modelos se les quita la regla. La extrema delgadez es todo lo contrario de la feminidad y estamos ante una pandemia de anorexia y bulimia, con datos escalofriantes que no cesan de crecer.
Otra evidencia es el Poder establecido contra la mujer a través de la medicina. Nos obligan a parir en los hospitales con una postura totalmente contraria al parto (en horizontal, en decúbito supino: en esta posición el canal de nacimiento se estrecha y se alarga, hay más sufrimiento fetal, más sufrimiento de la madre) cuando en cuclillas o de pies el canal de nacimiento es más corto y más ancho, va a favor de la gravedad y la madre puede hacer fuerza con los músculos pélvicos y perineales, que en cambio tumbada no puede. Para parir una mujer tiene que tener los pies en la tierra, en el suelo, para poder empujar. El médico es la autoridad que sustituye, la sabiduría del cuerpo, la autorregulación del deseo y toda la fisiología del parto, por la química y el material quirúrgico. Así se convierte un acto sexual en una intervención quirúrgica; o como también se dice, se convirte el aparato reproductor femenino en un sistema de cañerías. Todo esto decimos que es una auténtica violación porque la mujer está pariendo sin deseo, sin un proceso de excitación sexual.
Y al final las pruebas son un poco todo, hasta cómo nos vestimos y un largo etcétera.
PI: Habiendo avanzado tanto la ciencia ¿cómo es posible que ahora haya más desconocimiento que antes respecto a la sexualidad?
CR: La primera razón es que llevamos ya mucho tiempo alejadas de nuestros propios cuerpos, de nuestra sexualidad; se han perdido los espacios de transmisión de la sabiduría de madres a hijas donde toda esa sexualidad se sabía, se hablaba, se practicaba; todo esto que he mencionado de los vestigios que representan los hammanes y las danzas del vientre compartidas.
En el siglo XIX, cuando la sexualidad empieza a ser objeto de estudio científico, la mujer ya lleva milenios arrastrando el sometimiento sexual al imperio falocrático, con el útero rígido. Entonces se toma por ‘natural’ lo que es el resultado de un proceso milenario de devastación. La sexóloga Maryse de Choisy afirma que las mujeres que acudían a las consultas pertenecían a las clases burguesas cultivadas, o sea más civilizadas y no las del pueblo llano; por otro lado, las mujeres con una vida sexual más satisfactoria y con algún grado de desarrollo de sexualidad uterina no son las que acuden a este tipo de consultas por que tienen menos problemas y se sienten mejor con ellas mismas. Entonces se sienta cátedra, se hace ciencia tomando como referencia una mujer básicamente castrada (por eso Freud decía que sólo hay un sexo y que la mujer es un hombre castrado).
Pero, por ejemplo, hay testimonios de la Edad Media de señoras importantes que suplicaban a sus señores que les dejaran amamantar a sus criaturas: amamantar a un bebé era pues un deseo prohibido pero sentido. Ahora no se puede ni hablar del placer de dar de mamar, si una mujer siente placer en ello ni se atreve a decirlo. Hemos pasado de la represión exterior (no te dejan) a la represión interiorizada (no sientes el deseo). Es la policía ‘interior’ la que nos reprime inconscientemente y la que transmitimos a nuestras hijas, apoyadas por todos los medios de formación audiovisuales, literarios etc..
De pequeñas nos dicen que si eso es pecado, una guarrería, etc, de tal manera que empezamos inhibiendo conscientemente nuestras pulsiones, eso sí, de manera sistemática, hasta que empezamos a hacerlo de forma automática e inconsciente; y cuando ya somos mujeres adultas, la represión sexual la hacemos en gran parte, nosotras mismas e inconscientemente, y tenemos interiorizado el orden sexual falocéntrico.
En definitiva, para cuando la Ciencia empieza a investigar, la mujer tiene esta violencia contra sí misma interiorizada, la devastación de la sexualidad femenina está ya generalizada, y entonces la Ciencia toma el resultado de la devastación (el útero rígido, la maternidad robotizada, etc.) como si fuera lo originario.
PI: El parto ha pasado de ser algo placentero a considerarse todo un suplicio, ¿a qué se debe?
CR: Pues un poco a lo que venimos contando. Se habla mucho de mutilaciones genitales en los países árabes, pero este tipo de partos que tenemos aquí también las producen, como dice el ex -director de salud materno-infantil de la OMS, Marsden Wagner. Te rajan el perineo (las episotomías se practican en el 80% de los partos hospitalarios) y el mismo útero, (hay un 30 % de cesáreas innecesarias): verdaderas carnicerías. Es un daño físico y psíquico. También un 2% de bebes son heridos por el bisturí cuando son extraídos del útero mediante cesárea; y esto no se dice.
En el parto hospitalario, las mujeres estamos rodeadas de gente que nos da ordenes: te distraen y no te puedes abandonar al deseo y a la relajación; además tienes miedo y eso hace que te contraigas en lugar de relajarte (lo contrario a lo que debería ser). El parto, como todo acto sexual, requiere intimidad…
La medicina corta la autorregulación e impide que en algún momento pueda recuperarse el proceso sexual; de esta manera asegura que el principio del placer que impulsa la vida se sustituya por el del dolor que aparece cuando se quiebra la autorregulación. Por ejemplo, después de un parto traumático se podría recuperar el proceso y establecer un buen acoplamiento, pero después de una cirugía mayor que es la cesárea, la mujer está efectivamente en un post-operatorio con puntos, goteros etc. o sea, no está ni mucho menos para vivir esa luna de miel de la que hablábamos. Se intercepta el acoplamiento, la ‘impronta’ y entonces vienen las dificultades en la lactancia, el bebé llora, la madre no duerme, etc
Adrienne Rich explica que en el siglo XVIII – XIX los primeros hospitales eran algo horrible; primero eran morgues donde diseccionaban a los muertos para aprender anatomía, etc. Allá iban a parir las mujeres más pobres que no tenían una casa donde hacerlo. Entonces los médicos después de abrir un cadáver sin lavarse las manos se iban a atender a las parturientas: las mujeres se morían por septicemia, (Todavía no habían aparecido Luis Pasteur ni los antibióticos). La tasa de mortalidad era tremenda. Luego, con la aparición de los antibióticos la tasa de mortandad perinatal descendió y la Medicina se apuntó el tanto del descenso de una mortandad que ella misma había originado.
En realidad sólo hay más o menos un 5% de partos con riesgo. Aquí llaman parto de riesgo a un bebé de nalgas, esto es, que nace no de cabeza sino de nalgas. Pero estos nacimientos no tienen por qué realizarse necesariamente por cesárea. Michel Odent ha atendido unos 300 partos de nalgas por vía vaginal y en casa. Es una experiencia significativa. Muy pocas cosas justifican realmente una cesárea (como la placenta previa). Ahora todo el movimiento que hay para recuperar el parto para la mujer, trata de respetar el parto como es, algo íntimo de su vida sexual. Y desde luego, cuando realmente hay complicaciones, se acude al hospital. Parir es un acto natural, como el comer, y no vas al hospital a comer todos los días por si acaso te atragantas, vas al hospital si te pasa algo anormal. Hay que prever la posibilidad real de complicaciones, y por eso las comadronas y todo el personal a favor de los partos en casa tienen ya previsto tener cerca un hospital. Luego os daré las webs de estas asociaciones.
Hay una historia muy curiosa y emocionante que contó una comadrona inglesa en el I Congreso Internacional de Parto y Nacimiento en Casa, en el año 2000: las mujeres inuits o esquimales, cuando estaban a punto de parir eran llevadas en avionetas a los hospitales de Canadá. Pero esas mujeres allí se sentían extrañas, sin nadie de su entorno familiar, sin conocer la lengua del personal sanitario, se sentían manipuladas y vivían sus partos de manera especialmente desgraciada y traumática; cuando regresaban estaban hechas polvo, con depresiones, problemas de lactancia etc… un desastre. Además se producía una especie de desgarramiento por pérdida de la identidad, porque inuit significa «nacido en tierra inuit», de manera que ya no sabían si sus hijos/as eran ‘inuit’ porque no habían nacido en tierra inuit… En una asamblea de diferentes aldeas inuit decidieron negarse a ser llevadas al hospital a parir. Según las autoridades sanitarias había el famoso riesgo en más o menos el 6 % de los partos que justifican la hospitalización general de todos los partos. Pero los inuits decidieron asumir ese riesgo; preferían la muerte física de un 10 %, que el 100 % de la ‘otra’ muerte que supone parir y nacer en un hospital. Entonces fue cuando las Autoridades sanitarias del Canadá pusieron en marcha unos equipos de matronas con avionetas para atender a estas mujeres inuits en sus aldeas. La matrona que nos lo contaba (no recuerdo su nombre) era precisamente la persona que había sido contratada -por su experiencia en la atención de partos en casa- por el gobierno de Canadá para organizar estos equipos y formar al personal.
PI: ¿Cómo hemos llegado a negarnos la existencia del útero?
CR: De niña nadie te dice que tienes un útero, y creces sin moverlo, sin sentir su excitación, su latido; ves a las mujeres de tu alrededor vivir con posiciones rígidas, sin mover la pelvis ni el vientre, sin ver ni vivir las pulsiones uterinas. No hemos aprendido a mover el útero, ni a sentirlo; porque con la inmovilización de los músculos que forman la bolsa uterina se pierden también sus conexiones neuromusculares. En algunas culturas, la rana era el símbolo del útero, que salta y palpita y se mueve, (por eso también los test de embarazo se llaman los test de la rana). En otras culturas se decía que el útero era un pez, por su manera de moverse. Estos símbolos expresaban la existencia del órgano; y por eso, a pesar de que el útero es interior y no se ve, era algo conocido que desde niña te llegaba: y podías relacionar esos símbolos con tus propias pulsiones.
Los músculos del útero, cuando no se utilizan se ponen rígidos, pierden elasticidad y funcionalidad; solo cuando te escayolan una pierna un mes luego hay que hacer ejercicios de rehabilitación para recuperar la funcionalidad de la pierna. Imaginemos lo que sería si tienes la pierna sin mover desde que naces hasta los 20 años, o si te tapan un ojo al nacer y te quitan la venda de mayor: tendrías el ojo atrofiado. Pues eso es lo que pasa con nuestro útero. Antiguamente la mujer frígida era la que tenía el útero arriba bien quietecito, y de ahí viene el calificativo de ‘histérica’ porque ‘histérica’ viene de ‘hysteron’ = útero en griego.
El parto con placer se produce cuando el útero se abre suavemente, relajadamente. Con cada latido los músculos uterinos se distienden, se aflojan y el cuello se va relajando y abriéndose, poco a poco, con cada latido que al mismo tiempo es una oleada de placer. En cambio el útero rígido que en lugar de latir se contrae con espasmos, produce dolor, el dolor del calambre, que es el dolor de las famosas ‘contracciones de dilatación’. Filogenéticamente está previsto que el parto sea un acto placentero; lo que no está previsto filogeneticamente es que la niña se haga mujer sin desarrollar su sexualidad, con el útero rígido, espástico.
Leboyer, autor del libro Por un nacimiento sin violencia, habla de lo innecesario e injustificado que son los partos violentos de hoy en día. Los úteros pueden abrirse suavemente, con ternura, con un palpitar suave, como explica muy bien en otro libro: El parto: crónica de un viaje .
Hemos perdido el útero porque hemos perdido la sexualidad. Mereló-Barberá afirma que la mujer se socializa en la ruptura psicosomática entre la conciencia y el útero.
Nuestra manera de vestir dice mucho de nosotras, con ropas ajustadas, sujetadores y bragas que nos separan de nuestro cuerpo. Las mujeres que llevan túnicas o chilabas van desnudas por debajo, están mas cerca de sentir su cuerpo. Pero lo peor no es vestir de cierta manera si no el creer que nuestras pulsiones y nuestros flujos son algo sucio, lascivo y pecaminoso. Te socializas sin saber de tu propio cuerpo, incluso sintiendo asco hacia él en algunos aspectos; como si el útero fuese una víscera más como el esófago o la vesícula.
PI: ¿Qué importancia tiene el agua y la simbología del agua en relación con la sexualidad femenina?
CR: Sobre el agua hablo bastante en El asalto al Hades. Está claro que el agua es símbolo de vida, es el medio líquido donde la vida fluye. Es un medio de interacción que hace posible que haya vida. Nuestro cuerpo tiene la memoria de nuestro origen filogenético en el agua, porque la vida animal anterior a los mamíferos fue acuática (y hay una rama de los mamíferos que siguió en el agua). Incluso en hay una hipótesis según la cual los homínidos pasaron por el medio acuático; de hecho en algunas partes de América (concretamente sé de un pueblo del litoral de Ecuador) viven un hombre y una mujer con la piel recubierta de escamas, la boca, y los ojos parecidos a los de un pez; van siempre muy vestidos pues no resisten los rayos de sol.
Nuestro origen ontogenético (individual) también tiene lugar en un medio acuático, en el líquido amniótico. Por eso los bebés recién nacidos tienen el reflejo de cerrar la epiglotis para no tragar agua, y lo conservan más o menos hasta los tres meses después de nacer. Sabemos que los partos dentro del agua pueden ser más fáciles porque el agua favorece la relajación. Aunque nuestro neocortex nos bloquee y nos impida el estado de relajación necesario para parto, el cuerpo sumergido en el agua ayuda a aflojar la presión del neocortex y a reactivar el cerebro arcaico, la hipófisis, que regula el sistema hormonal. Esta relación con el agua está en nuestro genoma humano, y en lo que se llama ‘memoria celular’.
El agua también ha estado presente en las recreaciones de la vida y los animales acuáticos han estado muy presentes en la simbología. La sexualidad femenina es humedad, es agua. Los animales más representativos de la sexualidad femenina son medio terráqueos medio acuáticos, y su piel es una húmeda mucosidad, como nuestro útero, y nuestra vagina; la excitación sexual produce humedad, la frigidez, sequedad. Por ejemplo el pez que se mueve de manera sensual, la rana que palpita como nuestro útero, la serpiente que se mueve con la voluptuosidad del cuerpo femenino. La serpiente además se mete debajo de la tierra, y por eso también se escogió como símbolo de la feminidad, que en la sociedad pre-patriarcal no estaba por las alturas de los cielos y de las divinidades, sino que estaba pegada a la tierra. La serpiente es un símbolo muy extendido de la sexualidad prohibida, y por eso luego la tienen que convertir en diferentes monstruos repugnantes y repelentes, para que sintamos repugnancia y asco de nuestros propios cuerpos y de los flujos que manan con el deseo; y los héroes y los santos tienen que matar a la serpiente para salvar a las mujeres, nuestros cuerpos (del dragón) y nuestras almas (del pecado). Los pulpos también se utilizan como representación simbólica porque su cuerpo, la cabeza y los tentáculos recuerdan la imagen del esqueleto erógeno de la mujer; hay vasijas de la antigua Grecia con pulpos que son una imagen visual del orgasmo femenino. Nuestros/as antepasados neolíticos, que no vivían en la escisión cuerpo-mente, representaban las emociones en sus pinturas, por ejemplo, dibujando sobre los cuerpos los meridianos del placer. Y utilizaban animales y plantas (como el cáliz de las flores, o la manzana) cuya imagen visual les conectaba con la emoción erótica. La sirena tiene un significado algo mas profundo. Hemos dicho que el pez representaba el útero, y la sirena es un ser mitad pez, mitad mujer. Una sirena no tiene vagina, no puede tener relaciones coitales, y sin embargo, en la mitología representaba una voluptuosidad tal, que los hombres no podían resistirla y quedaban fatalmente atraídos por ellas (en la historia de Ulises, éste manda que le atan para no dejarse atraer por ellas). Las sirenas representaban la sexualidad femenina, pero no una sexualidad falocéntrica, sino uterina y autoerótica. En realidad representaban la sexualidad de la virgen, que no tiene relaciones con el varón. Pero no la virgen como ahora la vemos: monja, casta y pura. La virginidad en el neolítico pre- patriarcal no era sinónimo de castidad, puesto que las mujeres, desde niñas y antes de tener relaciones sexuales con hombres habían desarrollado su sistema erógeno, su sexualidad uterina.
Si tratas de nadar como una sirena, juntando las piernas y sin doblar las rodillas, verás que sólo puedes darte impulso moviendo la pelvis, es como una danza del vientre en el agua. Es una manera muy sensual y voluptuosa de nadar (como los delfines). Las sirenas son el símbolo de la feminidad no falocéntrica por excelencia. Ya que habían desarrollado su capacidad sexual sin la necesidad de mantener relaciones coitales con hombres.
El mundo simbólico es muy importante porque actúa de manera inconsciente sobre el inconsciente. Es el mensaje subliminal que tan bien conoce y utiliza la publicidad, cuando por ejemplo pone a una mujer ‘muy deseable’ delante de un coche para que los hombres compren ese coche.
2003
Fuente de http://www.alasbarricadas.org/
Bibliografía recomendada:
-RODRIGAÑEZ, C. y CACHAFEIRO, A. La represión del deseo materno y la génesis del estado de sumisión inconsciente. Madre Tierra, 1996
-RODRIGAÑEZ,C. y CACHAFEIRO, A. El Asalto al Hades. Traficantes de Sueños, 2001
-RODRIGAÑEZ,C. y CACHAFEIRO, A. La sexualidad de la mujer. Ekintza Zuzena, 1998
-MERELÓ-BARBERÁ,J. Parirás con placer. Kairós, 1980
-ODENT, M. La cientificación del amor.Creavida, 1999
-ODENT, M. El bebé es un mamífero. Mandala, 1990
-LEBOYER, F.Por un nacimiento sin violencia, Daimon, 1978
-LEBOYER, F. El parto: crónica deun viaje Ed. Alta Fulla, 1998
-DE CHOISY, M. La guerre des sexes Publications Premiéres 1970
-RICH, A. Nacida de mujer Noguer, 1978
-REICH, W. La psicología de masas del fascismo y Reich habla de Freud Anagrama